lunes, 7 de septiembre de 2015

Muchos nudos en la garganta se han convertido en forúnculos, resaltan sobre mi cuello. Tanto por decir. Tanto he callado. Este tubo de escape se ha atrofiado. ¿Mi voz? No la reconozco. Tengo una tensión horrible en la boca, se me acalambra cuando intento sonreír, cuando intento hablar. De pronto cuando escribo esto, el calambre ha bajado hacia mi corazón. Posiblemente venga de allí mi enfermedad: mi corazón está encarcelado, impedido de sentir, de fluir con intensidad. ¿Quién lo ha enfermado? ¿Yo? ¿Dónde estoy yo? Me he perdido ¿Dónde me he dejado colocar? ¿Qué he dejado cortar? Yo simplemente me reconozco en mi particular sentir, en mis imágenes, en mis lágrimas. ¿Dónde están? Quisiera poder llenar un río con ellas.

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